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¿Quién eres cuando no eres nadie?

  • Foto del escritor: Centro Araluz
    Centro Araluz
  • 10 sept
  • 2 Min. de lectura

¿Quién eres? La pregunta parece sencilla. Inmediatamente, nuestra mente responde con una lista: "Soy mamá", "Soy ingeniero", "Soy pareja de...", "Soy jefe".


Nos definimos por lo que hacemos, por los roles que asumimos en el teatro de la vida. Pero, ¿qué pasa cuando se baja el telón? ¿Quiénes somos cuando nos quitamos el uniforme del trabajo, el del hogar o el de las expectativas sociales?


Vivimos en una sociedad que nos anima a identificarnos con nuestros roles. Los vemos como nuestra carta de presentación. "Hola, soy [mi nombre] y soy [mi rol]". Esta manera de vernos nos da seguridad y un sentido de pertenencia. Sin embargo, también es una trampa. Si nuestra identidad está anclada únicamente en lo que hacemos, un cambio de trabajo, el final de una relación o el crecimiento de nuestros hijos puede hacernos sentir que perdemos una parte de nosotros mismos, generando una crisis de identidad.


La diferencia entre el rol y el ser

Es crucial entender que un rol es algo que desempeñamos, mientras que nuestro ser es lo que somos. Nuestro ser es la esencia que se mantiene intacta, sin importar el papel que nos toque interpretar. Es el conjunto de nuestros valores, sueños, miedos, pasiones y esa chispa única que nos hace humanos.


Por ejemplo, un abogado no solo es "abogado". Es una persona con un sentido de la justicia, un gusto por la historia y una pasión por el senderismo. Su rol es una herramienta para expresar una parte de su ser, no la totalidad de quién es.


El problema surge cuando el guion del rol se vuelve tan dominante que silencia la voz de nuestro ser. Cuando el "ser profesional" nos exige trabajar 24/7, sacrificando la vida familiar; o cuando el "ser padre" nos hace olvidar nuestros propios sueños.


Un viaje hacia el reencuentro con uno mismo

Reconectar con nuestro ser va más allá de un acto de introspección; es una práctica de autocompasión y curiosidad. Aquí tienes algunas ideas para empezar este viaje:

  1. Observa tus pasiones infantiles. ¿Qué te encantaba hacer antes de que los roles de la adultez se interpusieran? Pintar, bailar, escribir, explorar. A menudo, nuestras pasiones de la infancia son un mapa que nos guía de vuelta a nuestra esencia.

  2. Date tiempo para no ser nadie. Agenda momentos en los que simplemente estés. Sin un objetivo, sin una tarea, sin un rol que desempeñar. Puede ser una caminata sin rumbo, unos minutos de meditación o simplemente sentarte a observar. Este espacio de quietud permite que tu ser hable.

  3. Hazte preguntas incómodas. En lugar de "¿Qué debo hacer hoy?", pregúntate "¿Qué me hace sentir vivo?". En lugar de "¿Qué debo ser para encajar?", pregúntate "¿Quién soy cuando nadie me está mirando?". Estas preguntas desafían la visión superficial de tu identidad.


Ahora te pregunto a ti. Si tuvieras que describirte sin usar ninguno de tus roles, ¿qué dirías? Comparte tu respuesta en los comentarios. Tu voz es importante.




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